Bacterias, virus y otros compañeros de viaje

Hoy quiero hablaros de las bacterias.

Son unos seres microscópicos (en un milímetro cabrían unas 500 en fila) que están por todas partes. Últimamente estoy muy interesada en ellas y cuanto más las conozco, más me fascinan.

Todos los seres vivos de la Tierra tenemos como antepasado común a una bacteria, la misma para todos

Parece ser que esta madre de todas las formas de vida actuales existió en algún mar hace unos 3500 millones de años. La ciencia aún no sabe explicarnos cómo apareció este primer ser vivo. Lo que sí sabemos es que tenía capacidad de alimentarse, de reproducirse y de relacionarse con el medio externo, el agua en la que vivía.

Durante 1500 millones de años las bacterias fueron los únicos seres vivos del planeta. Vivían en el agua, pero no de forma aislada, sino formando colonias y generando entornos adaptados a sus necesidades. Dentro del agua, las bacterias, son capaces de fabricar capas con alta densidad de nutrientes y moléculas químicas beneficiosas para ellas, los “biofilms” o biopelículas.

Fue en estos biofilms donde aparecieron hace unos 2000 millones de años grandes células (más o menos 25 veces más grandes que las bacterias, caben unas 20 en fila en un milímetro) más complejas y evolucionadas que se generaron a partir de la unión de varias bacterias. 

En los siguientes 1500 millones de años, siguiendo con este proceso evolutivo, las grandes células aprendieron a unirse y organizarse, en el seno del biofilm, para dar lugar a seres pluricelulares. Así, hace 500 millones de años ya teníamos los océanos con una gran variedad de organismos vivos, visibles a simple vista: algas, medusas, gusanos …

Desde entonces la vida ha seguido evolucionando hacia formas más complejas, no sólo en los océanos, sino también en los continentes.

Cualquier ser vivo de la Tierra está envuelto en microorganismos que lo protegen y alimentan

Podría parecer que las bacterias fueron perdiendo protagonismo a lo largo de este proceso evolutivo, pero no. Lo maravilloso y fascinante de los últimos descubrimientos científicos es que no sólo todos los seres vivos hemos surgido en el seno de un biofilm fabricado por las bacterias y lleno de ellas, sino que seguimos viviendo en él hasta el día de nuestra muerte. Cualquier forma de vida, desde un árbol hasta una persona, estamos recubiertos de una capa en la que viven bacterias que hacen posible nuestra vida. Son las interlocutoras del individuo en cuestión con el medio exterior, y fabrican un entorno adaptado que nos mantiene vivos. Hemos ido “creciendo” juntos a lo largo de miles de millones de años de evolución, como especies colaboradoras que obtienen beneficios unas de otras.

¡Vivimos envueltos en una capa formada por bacterias y materiales fabricados por ellas que nos protege y nos alimenta! 

Estos descubrimientos científicos son tan trascendentales que están haciendo que cambiemos el concepto que teníamos de nosotros mismos. Hoy sabemos que aproximadamente 2 kg de la masa corporal de una persona corresponde a las bacterias que lo acompañan. Y que si contáramos las células que nos forman y las bacterias que nos habitan ganarían estas últimas, es decir, ¡tenemos en nuestro cuerpo más bacterias que células!

Pero no es sólo una cuestión de números, es que vivimos en simbiosis con ellas, formamos una unidad inseparable.

Es el ADN bacteriano el que nos gobierna

Hasta hace poco se creía que el funcionamiento del cuerpo venía regido por el ADN del individuo en cuestión. Hoy sabemos que es el trabajo coordinado de los genes humanos y bacterianos el que gobierna los procesos de la vida de los individuos. Las bacterias que nos acompañan fabrican moléculas químicas que viajan por el torrente sanguíneo y llegan al cerebro modulando procesos tan variados como el estado de ánimo, las preferencias alimentarias, la resistencia frente a las enfermedades, el ritmo cardíaco, la presión arterial o la capacidad para asimilar los alimentos.

Los científicos han descubierto en las últimas décadas que esta comunidad microbiana propia (MICROBIOTA) está formada por varios miles de especies diferentes, no sólo de bacterias, también tenemos archeas (muy parecidas a las bacterias), hongos y virus. Sí, virus sin los cuales no podríamos vivir. 

De igual modo, en cada casa existe una comunidad microbiana diferente que viene determinada por el lugar geográfico en el que se encuentra, las personas que viven en ella, las mascotas, las plantas y las costumbres de sus habitantes.

Todos los microorganismos que nos rodean y nos constituyen son beneficiosos y sin ellos moriríamos rápidamente

Es el equilibrio entre las distintas especies el que marca la salud de un individuo, una casa o un ecosistema cualquiera. La ruptura del equilibrio producirá enfermedad.

Esta nueva concepción está llevándonos a un cambio en el modo de abordar las enfermedades contagiosas, que ya no se consideran un ataque de un microorganismo patógeno, sino una ruptura del equilibrio que ha dado como consecuencia el sobrecrecimiento de una especie y la aparición de la enfermedad o desequilibrio del sistema. Deja de tener sentido el uso generalizado de anti-bióticos que aniquilan la vida bacteriana, se da paso al consumo y potenciación de los pro-bióticos que fortalecen la capacidad del organismo de restablecer el equilibrio. Es la salud de la comunidad microbiana la que determina la fortaleza del sistema inmunitario de la persona.

A la hora de hacer la limpieza o de lavarnos hay que contar con estos seres con los que compartimos identidad

Limpiar es el arte de retirar la suciedad física (restos de barro, ceniza, sudor, comida…), no añadir suciedad química ( sulfatos, parabenos, disruptores endocrinos) y mantener el equilibrio biológico respetando el microbioma corporal y del entorno. En anteriores entradas hemos hablado de la suciedad química, pero…

¿cómo lidiar con la suciedad biológica, un tipo de suciedad que no se ve a simple vista y que, por lo tanto, resulta más difícil detectar y eliminar correctamente?

No se trata de usar desinfectantes indiscriminadamente para destruir gérmenes, como se les llamaba antes, se trata de retirar las bacterias ajenas que pueden competir con las propias y romper el equilibrio. 

En la higiene personal debemos usar productos que arrastren la suciedad de la superficie de nuestra biopelícula protectora sin destruirla. Por ejemplo, si tienes las manos sucias es porque sobre la biopelícula de tus manos han quedado pegados polvo, grasa, microorganismos extraños a tu microbiota y otros tipos de suciedad. Lavarte las manos correctamente supone usar un producto que, sin destruir la biopelícula, quite de su superficie la suciedad que se le ha quedado pegada. Para conseguir este objetivo lo mejor es el jabón natural de buena calidad y el agua. 

Cuidado con los geles hidroalcohólicos, su uso frecuente debilita la biopelícula.

Para limpiar la ropa y las superficies del hogar el procedimiento es el mismo, hay que retirar la capa de polvo, grasa y microorganismos que hay en ellas.

Los productos más adecuados para este tipo de limpieza son aquellos que quitan la grasa y tienen un suave efecto desinfectante: jabón natural (no detergente), limón, vinagre y bicarbonato sódico.

Si quieres conseguir un buen jabón que no destruya el equilibrio tan importante para nuestra salud, disuelve en un litro de agua una cucharada de jabón líquido natural o media cucharadita de jabón natural granulado, añade media cucharada de bicarbonato sódico y obtendrás un limpiador multiusos para todas las superficies de tu hogar. Para el baño, sustituye el bicarbonato por vinagre (anti-cal), y para la cocina sustitúyelo por limón (desengrasante)

Para mantener la higiene biológica, además, es importante que cada comunidad microbiana se quede donde debe estar, por lo que la bayeta de limpiar el suelo no debe usarse para las superficies de trabajo, ni la del inodoro para los lavabos. Nos cambiaremos de zapatos y nos lavaremos las manos al llegar a casa, usaremos toallas diferentes para secarnos la cara, los pies y las nalgas, y no pondremos encima de mesas y encimeras lo que ha estado sobre el suelo. Por supuesto lavarse las manos antes de cocinar o comer y después de ir al servicio son prácticas higiénicas básicas.

Te invito a reflexionar sobre todo lo que te he contado ¿te parece tan fascinante como a mí?

Me encantaría que compartieras en el chat tus reflexiones, ideas o comentarios.

Seguimos trabajando por un hogar libre de tóxicos… no solo para las personas, mascotas y plantas, también para nuestros amigos los microorganismos 🙂

Referencias

“Nuestras Amigas Las Bacterias”, Anne Catharina Zschocke, ed. Macro, 2019.

1 comentario en «Bacterias, virus y otros compañeros de viaje»

  1. Gracias por el magnífico artículo, desde que he sido padre he descubierto la cantidad de suciedad que hay por algunos rincones de la casa, eso de gatear, tirarse por el suelo… te descubre nuevas visiones de tu casa, jeje.
    La verdad nunca he prestado mucha atención a la limpieza, cuando se cae algo al suelo, lo sacudo un poco y ya está… de ahora en adelante recordaré este artículo cada vez que me coma algo del suelo, jeje…
    Gracias otra vez, por el artículo.

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